Dies Irae

Rey

Tomad de mi sangre, hijos míos, que como rey de estas tierras partiré a buscar una fuente de eterna vitalidad.
Yaceré entre sauces llorones y ruinas de otras épocas, para así aprender lo que una vez ellos aprendieron.
No es deber de un rey ignorar a quienes ama, sino amarse a sí para amar a quien su confianza le deje en posesión. Qué menos que alguien hijo de Dios y del sol cuide así a sus humildes criaturas.
Que así guía hacia el pasto, misericordioso pastor, a su humilde rebaño.

Entre túmulos de muerte y miasma he encontrado a quienes tratan de custodiar cuanto yo adoro.
Entre podredumbre humana y yerma tierra, después de sinuosos pastos de andanza, el rey ha cumplido su propósito.
"El rey se dispone a beber de la copa de la eterna vitalidad, inmortal."

Dios

¿Acaso te crees, carne de mi carne y sangre de mi vino, llegar a ser alguien que pueda obtener lo que tantos duques y caballeros llevan anhelando desde los más primeros tiempos?
Insolente, egoísta, hijo de mil diablos, no blasfemes hablando de mi cuerpo como si de un tesoro se tratase.
No hay en ti una pizca de humanidad, y que los apóstoles te asistan, porque abrir tu boca ha sido el octavo pecado capital: la insolencia.

Así te condeno, rey, a mil años de muerte en tu reino. Se acordarán los bardos que tras tomar cebada, vomiten tosas su entrañas. Se acordarán de ti los niños que nazcan muertos y cálidos. Te odiarán los taberneros que sus cocinas estén infestadas de ratas, y todo ser vivo que anhele vida.
"Dios castiga moralmente al inmoral monarca, ávido de bondad y arrogancia."

Monje

Aún recuerdo cuando madre me lloraba a mi más corta edad. Hilaba palabras insultando a Dios, todopoderoso, por sus apocalípticos jinetes de hambrunas y enfermedades.
Los caballeros luchaban contra seres de ultratumba que se levantaban de sus tumbas, y el rey, con la mirada rota y arruinada, desde su trono veía las eternas tormentas tronar sobre sus campos, sus plebeyos. Todos hijos de un cielo, viviendo un infierno.
Y qué podía hacer yo más que unirme a la santísima iglesia y rezar a nuestro padre. Como él nos maldijo un día se apoderará de nosotros, haciendo de nuestras vidas otra vez sencillas y pacíficas. El rey lleva novecientos años sentado en el trono, viendo el reino decaer sin moverse. ¿Rezará nuestra majestad, al padre de los cielos? Quizás la humildad sane sus pecados, y las heridas de todos nosotros.

"El monje suelta la pluma con la que escribe, y parte de su piel cae en el cuero del libro."

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